Saturday, September 11, 2010

Día 12693

Mirar
a la muerte
de frente,
mirar
a la muerte
de frente.

Wednesday, September 01, 2010

Día 12683

Homenaje a Rodolfo Rojo B.







Conocí a Rodolfo Rojo, como profesor, hace 13 años, en marzo de 1997, cuando dirigió mi seminario de tesis de pregrado en la Universidad de Chile. Luego fui su ayudante por cinco o seis años y posteriormente dirigió mi tesis de magíster.
Para aquellos que no lo conocieron, el profesor Rojo era, como muchos de los que están aquí, profesor de Estado en Inglés de la Universidad de Chile. Además, fue Master of Arts en Lengua y Literatura Inglesa de la Universidad de Mount Allison, Canadá; tenía estudios de postgrado en la Universidad de McGill (Montreal) y Princeton (N.Y.), en ambos casos, como becario Fulbright. Allí, conoció y trabajó con profesores tan importantes en el ámbito de la educación como fueron como Willard Thorp, Lawrence Thompson y M. Louis Rosenthal, entre otros. En Chile, fue profesor de literatura del programa de bachillerato Internacional en The Grange School y Santiago College, así como también profesor de literatura inglesa en la Universidad de Chile, en la Universidad de Valparaíso y en la Universidad de Ciencias de la Educación. A principios de esta década, fue distinguido por el Instituto Chileno Norteamericano por una trayectoria de más de 50 años difundiendo el idioma inglés y su cultura. Publicó también obras críticas acerca de W. Shakespeare, W. Whitman y una antología de poesía inglesa que cubre nada menos que 900 años. Por último, creó el texto de estudio Encounters, el cual fue, en su momento, un texto revolucionario para la enseñanza del inglés y que sirvió de modelo para los actuales textos de estudio que se utilizan en la enseñanza de este idioma que hoy nos reúne. Fue un texto revolucionario debido a la actualidad de los contenidos sobre cultura que este poseía y que daban cuenta del mundo en que el estudiante estaba inserto. 
Es quizás está última característica una de las más importantes en su persona. Rodolfo Rojo, como señaló en su momento el profesor Juan Vargas, estaba siempre al tanto de lo “contemporáneo”, de la literatura actual y de lo que sucedía día a día en términos culturales. Para él, eso sí, lo contemporáneo no tenía relación con lo que se había escrito o hecho hace diez o veinte años atrás, sino que por el contrario, era lo que había sido publicado ayer o hace una semana en revistas como The New Yorker, Rolling Stone y otras. Rodolfo quería siempre saber que era lo último que se leía o discutía y casi nunca se quedaba tranquilo con respecto a sus conocimientos. En este sentido, la aparición de internet fue un milagro y un desafió para él: en la misma medida en que intentaba dominar toda la información que era posible adquirir en la web, se dejaba llevar por ella mientras la integraba a la clase que realizaría la semana siguiente. Rodolfo siempre estaba al tanto de lo que sucedía en materia cultural, artística y política en Estados Unidos e Inglaterra.
Que no se entienda mal: pese a esto, Rodolfo valoraba los clásicos por sobre todas las cosas. Juntos, enseñamos desde Shakespeare hasta Norman Mailer, pasando por los románticos ingleses, la época victoriana, T. S. Eliot, E. Pound y los grandes autores estadounidenses como E. A. Poe, W. Whitman, W. Faulkner, E. Hemingway, F. S. Fitzgerald y otros.
Sin embargo, Rodolfo Rojo fue más que un profesor. Para nosotros, en Rodolfo la palabra “maestro” adquiría todo su significado. Había en él algo de los antiguos maestros socráticos. Aquellos de quien uno no solo aprendía durante sus clases sino que también, y quizás sobre todo, en la vida diaria, en las conversaciones cotidianas, en los pasillos. Cada plática con él era un viaje nuevo que permitía aprender y disfrutar de la vida. Cada conversación implicaba interrogarse uno mismo acerca de los verdaderos motivos por los cuales a uno le gustaba uno u otro autor, o reflexionar profundamente acerca de la situación política nacional o internacional. Y Rodolfo escuchaba, siempre escuchaba, porque le interesaba, sobre todo, saber qué pensaba uno, como veía el mundo la gente joven. El profesor Rojo siempre preguntaba a sus alumnos qué pensaban sobre este o aquel texto porque quería conocer cuán grande era la diferencia entre el mundo que él veía y lo que sus alumnos recibían de él. No por nada, creía firmemente en aquella frase de H. Bloom en la que definía a la obra literaria como el campo de batalla de la psique.
Aún más. Para quienes tuvimos la suerte de conocerlo mejor, Rodolfo Rojo también fue un amigo, un gran amigo. Muchos de nosotros, lo visitábamos asiduamente en su casa, para compartir nuevos escritores, cambiar películas o escuchar jazz. Y es que en cada cosa que hacía a Rodolfo se le iba la vida: ponía pasión y energía en cada clase al igual como lo hacía con sus traducciones, las que revisaba minuciosamente, una y otra vez, hasta dar con el sentido que él creía representaba mejor la idea original del poeta. Un ex alumno del profesor Rojo escribió, a propósito de su muerte, que Rodolfo sabía que la vida se le iba y eso lo comunicaba en las clases. Había una urgencia por seguir enseñando, por alcanzar a leer por última vez algunos de sus textos favoritos. Estaba apurado por vivir, señalaba este alumno, pero tranquilo.
En los últimos años, para mí, Rodolfo se fue pareciendo cada vez más a ese tremendo personaje de W. Shakespeare que fue el Rey Lear. Como el monarca, en vez de repartir sus tierras entre sus hijas, Rodolfo entregaba su conocimiento entre los pocos quienes sabíamos que existía. Y en vez de perder la cabeza por el actuar de sus hijas, Rodolfo se extrañaba día a día del rumbo que tomaba este país, su país, sin lograr entenderlo del todo.
El mejor homenaje que le podemos hacer quienes lo extrañamos hoy día es seguir leyendo sus obras preferidas como lo fueron los poemas de John Donne, de T. S. Eliot o de Allen Ginsberg y seguir difundiendo la enorme tradición cultural que se encuentra detrás de la enseñanza del idioma inglés. Mientras, los que quedamos aquí, te decimos, gracias Rodolfo Rojo, por una vida dedicada a enseñarnos.