Día 11675: La felicidad II

Praia Brava, Brasil. El día esta un poco nublado por lo que las nubes han alejado a las masas de la arena. Corre un viento levemente refrescante. El clima, eso sí, está mejor que la relación. Todo se está viniendo abajo y falta muy poco para el derrumbe final. La playa me recuerda un poco a Reñaca. Todo se ve muy bonito, limpio, casi elegante. De fondo, a mis espaldas, un restaurante lujoso abre en el camino hacia la playa y cierra con una plataforma de madera, sobre la misma arena. Ahí, dos hermosas mujeres vestidas de blanco, esperan a los clientes que no llegan. Como anfitrionas que son, sonríen y sonríen, mientras conversan de temas que no alcanzo a escuchar. En algún lugar escondido, hay un equipo que toca la música a un volumen relativamente moderado. Hasta que aparece aquella canción; la de ese verano. La canción está en todas partes: cada vez que vamos a bailar, o caminamos a tomar sol y pasa algún auto con la radio encendida. El tema me tiene atrapado: me fascina, me sube el ánimo, me llena entre medio del vació que empiezo a sentir. Por si fuera poco, entiendo lo que quiere transmitir; sin decir mucho, solo con tres palabras, comprendo a lo que va: Feeling love generation.
Entonces, mágicamente, ellas se olvidan de donde están. Nadie viene, así es que qué importa. El volumen sube e inunda la playa por completo mientras ellas comienzan a bailar cada vez mas despreocupadas, sonriendo a cada beat de la canción. Bailan y se mueven en libertad, al ritmo de la música, como las aves se dejan llevar cuando planean sobre las aguas. Y así se olvidan de todo, de todos quienes les rodeamos.
Es un instante, dura unos pocos minutos, sólo yo lo he visto suceder y se me queda atrapado en la piel por siempre. Feeling love generation.